La mano rara
Desde hacía unas semanas no me sentía del todo bien. Había tenido una gastroenteritis rara y unos dolores de cabeza bastante fuertes pero decía “ya va a pasar, cuando todo se acomode va a estar todo bien”. Cuando todo se acomode era mi frase mental que resumía todas las rutinas de auto cuidado que había logrado cultivar y sostener en 2023 y en 2024 me estaban costando tanto. Muchos cambios, todos buenos. Pero también muchas cosas a las que readaptarme.
La presión de saber que no estaba cuidándome lo suficiente me pesaba. Yo solita, eh. Dale que te dale con “otra vez faltando a running”. También saber que no estaba comiendo tan bien. Me dormía pensando en problemas que claramente no eran importantes pero el run run de una persona con ansiedad un poco desregulada es difícil de contener. Ojo eh, yo estaba bien. Tuve momentos mucho peores a nivel salud mental.
El lunes 18 de noviembre me desperté con el brazo izquierdo raro, en particular la mano. Le erraba a las letras del teclado en la compu. Cuando fuimos a pasear a Siesta también lo noté en la pierna. Y no sé qué clase de milagro inexplicable me llevó a pedirle a Axel para pasar por la guardia de un hospital.
Ahí comenzó todo.
En esta publicación en Instagram te cuento rapidito.
Te tenés que quedar acá
Pero sé que si estás acá seguramente no estás por la versión cortita de mi quilombo. La cuestión es que entré a la guardia y le dije al recepcionista “me siento torpe del lado izquierdo”, con un poco de miedo y otro poco de vergüenza. Ahí nomas me hicieron hacer una serie de pruebas neurológicas que se repitieron 3 veces por día hasta el alta. Levantar los brazos como si estuviese sosteniendo una bandeja –y notar que se me caía un poco–, cerrar ambos puños, mover los pies. Sonreír, hacer buche. Decir dónde estaba, mi nombre.
Por suerte nunca perdí el conocimiento. Apenas terminamos la primera ronda de pruebas me metieron a un resonador y me pincharon con líquido de contraste. Yo seguía sin tomar dimensión de todo, hasta que me dicen “nena, no te podés ir. Tenés un sangrado en la cabeza”. Si me apurás, la realidad es que creo que terminé de caer cuando Fernando, uno de los 5 médicos y 4 enfermeras que estaban conmigo en la habitación, me volvió a preguntar si sabía dónde estaba:
– Estoy en el Hospital Alemán.
– Si, ¿pero vos entendés que estás en terapia intensiva?
– ¿Vos decís que tengo que avisar a mis papás? Viven lejos.
La mirada de Fernando no me la olvido más. Y ahí sentí el pinchazo del miedo.
También automáticamente sentí gratitud por mis privilegios. Con solo llegar a ese lugar y decir mi nombre y obra social había accedido al mejor espacio en el que podía estar sin preocuparme por trámites ni pensar en el dinero. No me puedo imaginar sumar a eso la presión de estar pensando cómo vas a pagar todo eso.
Como trabajo freelance, escribí a las personas con quienes trabajaba. Les conté que esto venía para largo. Una parte mía supo siempre que este baile iba a durar un par de meses. Bueno, pensándolo bien, literalmente mi parte izquierda.
Lo que siguió fueron muchos muchos cables y pitidos todo el tiempo. Agarrarle la mano fuerte a Axel. Que mi mamá y mi papá lleguen. Risas con los enfermeros, avisar a amigos, sentir un acompañamiento inexplicable.
La comida era muy rica, esperaba el almuerzo y la cena con alegría. Esperar que pase el tiempo mientras me hacían estudios. Tratar de no suponer nada.
Me avisaron que lo que tenía era un cavernoma. Es una malformación congénita bastante común que la mayoría de las veces la gente pasa su vida entera sin que pase nada, pero a veces no. En este momento te mentiría si no te dijera que esos primeros días en el hospital no sentía culpa: “Si me hubiese cuidado más, estresado menos, seguro no me pasaba. Esto es mi culpa”, pensaba.
Fue un alivio inmenso saber que fue suerte. Que esto no dependía de mi puntaje de autocuidado. Que fue un cable que se podía cortar y se cortó. Así, sin más. Lo que me quedaba bien claro es que lo del porcentaje de autocuidado sí tiene mucho que ver con cómo te recuperás o atravesás una situación así. No tenía idea lo importante que eran los miles de ejercicios de puente que había hecho en pilates hasta que te hacen hacer pis acostada. Me reía y agradecía a esa Maca del pasado que se había preparado para esa situación tragicómica sin tener idea.
El jueves me dijeron que me operaban. Tenían que hacerme unos estudios más, pero lo que era seguro es que tendrían que abrirme la cabeza. Lo bueno era que el cavernoma estaba lejos del tronco del cerebro, pero estaba en el área motriz y no era tan chiquito. También era bueno que no sea un mab, que hubiese sido más complicado de sacar. Las perspectivas se dividían en tres, bien claras: la menos probable era que saliera de la operación de la misma manera que había entrado. La más probable era que saliera con el área izquierda con menos movilidad pero con los cables intactos para recuperar mi cuerpito con fisioterapia (¡fue esta!) y la que más miedo me daba era que los cablecitos se corten en la operación. La palabra hemiplejía me daba muchos escalofríos. Cuando te pones a pensar todas las cosas que das por sentado que podes lograr con tu cuerpo, estar al borde de que desaparezcan de un momento a otro es terrorífico.
El martes fue la operación. Para mí fueron 5 minutos, pero para el resto fueron 6 horas larguísimas. Yo no podía dejar de maravillarme con las redes hermosas de apoyo es estos momentos. Porque eran muchísimas personas preocupadas por mí, rezando por mí, pidiendo por mí. Pero también por quienes me querían y les tocaba atravesar esto conmigo. Yo definitivamente no era la única que la estaba pasando mal. No me alcanzan las palabras ni las lágrimas para agradecer tanto amor (que sigo respondiendo de a poco porque me abrumo bastante rápido).
Salí de la operación y lo primero que pedí fue helado de pistacho. Era todo muy brumoso, recuerdo mover rápido el pie (“¡Soy Colapinto!”, dije, e hice reír al médico) y angustiarme por no sentir la mano. Con los días empecé a notar que los cables de mis deditos inquietos seguían ahí. El agradecimiento era inmenso, intenso. Hablaba muy despacio pero yo solo quería reírme.
El equipo médico y de enfermería que me tocó fue insuperable. En medio de la situación más compleja de mi vida, siempre me sentí respetada, cuidada, motivada. Aún siendo repetitiva, no te puedo explicar lo en deuda que me siento con tanto cariño. Gracias a las personas que aman lo que hacen.
El lunes que siguió me dieron el alta.
Volver a casa
Llegué a casa y merendé mis medialunas preferidas. Me vine con algunos ejercicios ya indicados y como 8 cajas de pastillas con diferentes horarios. En casa me esperaban Axel y mi mamá, que tengo la suerte inmensa de poder contar con ella hasta que me recupere. No hay nada como tu mamá en estos momentos. Me bañó. Qué placer bañarse. Qué placer el olor a ese jabón rico que guardaste para ese momento especial.
Lloré cuando volví a ver a Siesta. Pobre, no entendía nada, pero a la vez entendió todo. Se acercó con cuidado, midió sus movimientos. Me movió la cola.
Conseguimos una fisio que viene a casa 3 veces por semana. Tengo ejercicios de mano, de pie, de cara 3 veces al día. El gimnasio. Aprender a tener paciencia. Maravillarme TODO EL TIEMPO pudiendo hacer cada día algo que el día anterior no podía. Es rara la sensación, pero cuando quiero mover algo puedo sentir que hago abdominales con el cerebro. Es como si hiciese fuerza con la cabeza.
Se llama plasticidad neuronal. Miles de neuronas agarrándose de la manito otra vez reaprendiendo lo que les sacaron.
Siento los olores con más intensidad, pero los sabores con menos.
Me enteré que Amazon hace envíos a Argentina y me compré unos marcadores, crayones y temperas que siempre quise y posponía para otro momento. También me compré un nuevo perfume. Es curioso el deseo.
La fisioterapeuta insistió con que me saquen de casa. Ir a un parque, ver árboles. Ver pajaritos. Tomar mates afuera. También ir a elegirme unas gorras lindas a una cuadra de casa para cubrir la cicatriz del sol cuando sea necesario. Pero por lo general ando con mi nuevo bolsillo de ideas al aire, como una estrellita que me recuerda que yo ya gané.
Estuve todo el año esperando que las cosas se acomodaran. Resulta que en un par de horas me alinearon todas las prioridades en filita. Un poco fuerte, pero qué regalazo de la vida poder contarte esto. Me dijeron: “Tomá, amiga, acá va tu vida de vuelta. Disfrutala”. Qué regalo.
La ilus de esta semana
La última ilustración que mandé en Servicio Postal. Las cartas siguen llegando y me hacen feliz.
En qué ando
Leyendo. Por ahora nada, mucho Instagram y TikTok para relajarme con memes y videos de perritos. Gran momento de la farándula argentina, gracias Wanda por tanto.
Escuchando. Sigo con Necesito poder respirar: La vida de Jorge González. Por favor escúchenlo. Es espectacular. Recomendadisimo y muy inspirador.
Viendo. Black doves. Espías británicos en una Londres navideña. Todo lo que necesitaba.
Hasta la próxima
Buenas buenas, ¿cómo estás?
Yo te escribo desde la cama, me levanté inspirada y escribí esto. Por el camino me trajeron cafecito y torta. Hace un día hermoso y entra una brisa fresca por la ventana. Me siento una reina.
Ahora mismo me están llenando la bañera para mi ritual de bañito antes que vengan a almorzar la mamá y abu de Axel con Yago y Aldi. La bendición de los ravioles con tuco el domingo familiar.
Espero que vos tengas un hermoso día. Gracias por leerme. Gracias por estar ahí. Tu tiempo es mi regalo, no lo doy por sentado.
Te mando un abrazo inmenso,
Maca
Te abrazo 🌷
Pronta recuperación!!