Nana de tela
El último viaje que hice fue a Santa Fe. Era el cumpleaños de una amiga y decidí pasar por mi librería preferida, Ferrovía, a buscarle un regalo. No nos vamos a mentir: también quería encontrar algo para mí. Y lo que me llevé fue Nana de Tela, una biografía de Louise Bourgeois ilustrada por Isabelle Arsenault. Lo que no sabía es que la primera vez que lo iba a leer era 2 meses después, en mi primer salida a una plaza después del alta.
Louise es una de las artistas contemporáneas más famosas del mundo, en gran parte gracias a sus esculturas. ¿Cómo llegás hasta ahí, a hacer arañas gigantes en bronce, acero y mármol? ¿Por qué las llamó maman, mamá? ¿Dónde está la conexión?
La respuesta está, como siempre, en su historia. Louise creció en una casa cerca del río, rodeada de naturaleza. Con sus hermanos muchas veces armaban una carpa para vivir la aventura de pasar la noche fuera y ella se dedicaba a estudiar las telarañas tejidas entre las estrellas. Su papá pasaba largas temporadas fuera del hogar, pero su mamá se dedicaba a la restauración de tapices en el taller familiar, donde Louise aprendió el oficio.
Aprendió a tejer, a teñir, a coser.
A reparar tejidos deshilachados por el paso de los años.
A sanar lo roto.
A ser paciente.
A unir lo viejo con lo nuevo, a armar una nueva trama.
Fue a estudiar matemáticas a la universidad. Le gustaba la idea del orden y la estabilidad, lo predecible. Su madre murió mientras ella lograba darse cuenta que ni siquiera las matemáticas eran una ciencia exacta. Decidió dedicarse a la pintura.
Su mamá no tardó en aparecer en sus obras con forma de araña. Una araña que reparaba lo roto, lo desgarrado. Las telas eran la materia prima para coser entre sí todo lo que no quería olvidar, por dispar que parezca: el sol del amanecer, una niña durmiéndose bajo las estrellas, las horas del día, el azul y las matemáticas.
De todas las flores, el libro
[…] la idea se presentaba como un desierto ante mis ojos. Sentía que no tenía nada y tampoco recordaba cómo empezar. Ante mi ser había un abismo.
El libro de De todas las flores es un diario musical. Es una de las maneras en que Natalia Lafourcade decidió documentar el proceso de componer y grabar su último disco. Quería honrar lo que muchas veces se queda en el olvido una vez que los proyectos se terminan. Lo que está detrás de esta cadena de perlas en Spotify.
La peregrinación del desierto al jardín. Los pies valientes que aprenden a caminar sobre las piedras. Respetar las etapas: sembrar, regar, esperar, trabajar, cosechar, compartir.
The Brutalist
No soy muy de ir al cine. Crecí en un lugar donde el cine más cercano implicaba un viaje de una hora y eso hizo que no desarrolle ese nosequé que hace que las personas decidan ir a un lugar distinto al living de su casa a disfrutar de una película. El domingo pasado me invitó una amiga a ver The Brutalist. Y un poco entendí por qué tengo que ir más al cine.
Pero la razón por la que lo comparto en este momento es otra. En la semana charlaba con amigas diseñadoras la bronca que me dan esos gurús del diseño que en 3 simples pasos te convierten en millonario. Algo así como un esquema ponzi de la receta perfecta para triunfar con una seguridad en sí mismos que envidio profundamente.
En la misma charla nos dimos cuenta que su definición de éxito es muy distinta de la nuestra: nosotras queremos atravesar el proceso, por incómodo que sea. Si viene una AI a tirarnos insights de la nada nos quita lo divertido de meternos en el barro a entender realmente con qué nos estamos enfrentando. Es como que le pida a ChatGPT que escriba esto, ¿dónde queda la alegría de pensar durante una semana qué escribir y luego sentarme con un café, como ahora mismo, a tratar de sintetizar mi cabeza rizomática?
En The Brutalist pasa justamente eso. Hay una persona que quiere un resultado. Pero la historia que vale la pena contar es la de la persona que está atravesando mil pantanos para llegar a ese resultado. Las obras siempre son sobras del proceso.
La ilus de esta semana
Una de un proceso que estoy viviendo ahora. Se parece mucho más a un patio de juegos que a un pantano y lo agradezco profundamente.
En qué ando
Leyendo. Los galgos, los galgos, de Sara Gallardo. Varias amigas me recomendaron empezarlo. En honor a Siesta acá estoy, sintiendome profundamente identificada por el amor a unas costillas incondicionales.
Escuchando. Ella and Louis. Discazo. El jazz es todo lo que está bien enn esta vida.
Viendo. Lo último que me voló la cabeza es esta conferencia sobre Radical Innovation in Art. Viste como es, acá pasamos de Wanda a Verganti sin problema.
Hasta la próxima
Buenas buenas, ¿cómo estás?
Yo estoy bien. Muy bien, a decir verdad. Voy de a poco sintiendo como las fichas caen, como todo toma forma. Estoy muy agradecida por toda la ayuda que estoy recibiendo, todo el amor. Estoy maravillada ante la posibilidad de aprender a pedir ayuda. No hacer todo sola. Que me enseñen a lidiar conmigo misma, con estas neuronas que están aprendiendo nuevos caminos para caminar distinto.
El viernes fue 14 de febrero, el día de los enamorados. ¿Sabías que empezamos a hablar con Axel porque le contesté un mail de Observando, su newsletter? No dejan de sorprenderme las vueltas de la vida.
Te mando un abrazo. Espero que tengas una semana hermosa, llena de flores.
Maca
Muy preciosa entrega. Amé ese libro. Buscándolo!
Que preciosidad de entrega: las arañas, la tela, el reparar, los procesos...
Un abrazo inmenso