Si no canto lo que siento
Me voy a morir por dentro
He de gritarle a los vientos hasta reventar
Aunque solo quede tiempo en mi lugar
Hoy, como la última vez, no pensaba mandarte esta carta. Sentía que no tenía nada para contarte. Me despertó Siesta a las 8 de la mañana, la llevé a pasear un ratito y me interné en la cocina a seguir haciendo lo que viene siendo mi tarea principal de las últimas semanas, reorganizar mi hogar en esta especie de mudanza inversa que estoy viviendo. De fondo suelo poner algo en YouTube para distraerme y encontré una nueva edición de Esto es ¡Fa! el proyecto de Mex Urtizberea donde hacen covers de rock nacional. Me brillaron los ojos al ver que esta vez, el video se llamaba ¡Falclore!
Seguí ordenando los cajones mientras escuchaba la banda sonora de mi infancia: la Sole, el Chaqueño, el Chango, los Carabajal. Antes de cantar, charlaban sobre cómo se podía definir el folkore. Teresa Parodi decía que es el alma de las comunidades, de los pueblos que viven a lo largo y a lo ancho del país, que sueñan, sufren y luchan. Recuerdo que a los 4 años era la fan número uno de Los Nocheros en toda la provincia de Misiones. Cada vez que visitábamos a mis primos en Corrientes, Mati y Agus armaban un karaoke sólo para mí y yo cantaba a los gritos esas canciones que conocía de memoria. Con ellos escuchábamos chamamé en vivo cada vez que la economía permitía hacer una gran fiesta para el cumpleaños de mi abuelo en Curuzú Cuatiá. Cuando era época de vacas flacas, se ponía algún CD de fondo. Pero el chamamé no podía faltar.
Mientras reorganizaba utensilios y me preguntaba qué sentido tenía seguir guardando tantas espátulas distintas me empecé a preguntar en qué momento empecé a rechazar esas raíces. Creo que sólo quería ser diferente a todo lo que me rodeaba. Empecé a escuchar bandas indie en inglés que no conocía nadie y sentía que cualquier expresión de mi tierra estaba a un nivel inferior. Mi hermana me gastaba y ponía en el auto esos temas que no podía evitar querer cantar a los gritos mientras me hacía la desentendida y ponía cara de asco.
Llegó la adolescencia y con eso el feminismo. Empecé a entender y a rechazar las letras de algunas canciones. Me di cuenta que muchos de los hombres que admiraba al tocar la guitarra o el bandoneón en esos asados tenían una manera de pensar que me daba escalofríos: como mujer, yo estaba destinada a ser objeto de su mirada, de sus chistes obscenos, de estar en la cocina y acercarles el vino después de haberles hecho la comida y no mucho más. El rechazo fue aún mayor, no quería saber nada.
Cuando llegué a la facultad empecé a pasar de largo para terminar los trabajos prácticos de diseño. Mi perfeccionismo no me permitía dar por terminadas las cosas a un horario razonable, así que ahí estaba yo, pintando maquetas a las 4 de la mañana. Ahí fue que volví a escuchar a Mercedes Sosa. La Negra me calmaba como nada más lo lograba, en especial el disco doble Cantora. Esta vez las letras no me expulsaban y podía verme reflejada en la manera de pensar de quienes acompañaban a esa voz tan impresionante: Spinetta, Caetano, Drexler, Santaolalla, hasta Shakira. “¿Esto también es folklore?” me preguntaba. No me respondía. Seguía pintando cartones mientras cantaba bajito para no despertar a ningún vecino.
Se volvió parte de mi día a día. Volví a escuchar al Chango, en especial su vivo en el teatro Colón. Me acuerdo de hacerle escuchar Tristeza a un chico en nuestras primeras citas para tratar de hacerle entender la música con la que crecí. Era eso, era mi tierra colorada hecha rezo, vuelta música, y yo lagrimeando avergonzada pensando en si íbamos a seguir viéndonos después de semejante papelón. Hoy en día ya comprobé empíricamente que no puedo escuchar esa canción o hablar de este podcast sin llorar, son mi kriptonita.
Resumiendo, la cuestión es que yo al Chango lo admiro profundamente. Mientras elegía qué repasadores entraban en la categoría de aceptables lo escuché decir esto:
Hay un error con respecto al concepto de la palabra tradición. Está como muy vapuleada y nadie va al hueso de lo que quiere decir. Muchas veces se cree que la tradición es la repetición mecánica de algo de otro tiempo. Kandinski en Sobre lo espiritual en el arte dice “La repetición mecánica de una obra del pasado es como un niño muerto antes de ver la luz. La verdadera tradición es una fuerza vivificadora del presente”. Entonces lo que se llama tradición es eso, es un fuego que todo el tiempo nos hace pensar en quién soy yo aquí y ahora. Está totalmente vivo. […] Las nuevas generaciones lo toman, se hacen responsables de eso y hacen lo que pueden, hasta donde pueden, con las herramientas que tienen y con las limitaciones que tienen. Por eso digo que cualquier búsqueda es legítima si está hecha con corazón y con verdad.
Me puse a pensar en quién soy yo aquí y ahora. Recordé que esta semana terminé el proceso de diagnóstico de una neurodiversidad que confirma que es prácticamente imposible para mi mente no vivir en una constante contradicción por la cantidad de información que cruzo al mismo tiempo. También explica esa sensibilidad que hace que llore con canciones o con colores. Me recordé a los 13 años, moviéndome al ritmo de esos compases y al mismo tiempo repudiándome a mi misma por disfrutar de acordes que sentía que no representaban mis valores. Me abracé mentalmente.
Hoy sé que tengo la capacidad de sostener la contradicción. Puedo bailar una chacarera y ser feminista. Me senté a la compu y decidí escribir todo esto, como un río que no puedo controlar. Puse a la Negra de fondo, claro. Y empezó Barro tal vez con los versos que te compartí al inicio de esta catarata de palabras.
La ilus de esta edición
Esta fue la primer postal de Servicio Postal. La veo muy parecida a la mano/lapicero que hice en cerámica ❤️
En qué ando
Leyendo. Your Rainforest Mind de Paula Prober. Me emociona pensar que la metáfora que mejor explica mi quilombo neuronal es el de una selva.
Escuchando. Celador de sueños con Santaolalla es mi canción favorita de Cantora para ponerla bien fuerte y entonar a los gritos.
Viendo. The Matrix. Sí, ya sé, debería haberla visto antes.
Hasta la próxima
Buenas buenas, ¿cómo estás?
Yo me siento livianita, como si me hubiese vaciado en el texto. Lo escribí recién, de un tirón. Se siente tan bien no quedarme con la culpa de “debería haber enviado Parsimonia hoy”. Agradezco la casualidad de cruzarme con ese video de ¡Fa! que me trajo tantas cosas para contar. En mi último cumpleaños me regalaron una remera de Mercedes que no veo la hora de volver a usar.
Estuve pensando que es increíble que todas esas pelis canónicas que todos conocen de memoria yo no las haya visto. Lo bueno es que creo que voy a inaugurar un día semanal de cine en casa. ¿Me decís cuál es el clásico que no me puede faltar? Voy a armar una lista y quizás la puedo compartir por acá. Se acepta cualquier recomendación.
Gracias por leer este desvarío inmenso. Espero que te haya podido sacar alguna sonrisa. Te mando un abrazo inmenso,
Maca
Hola Maca!!! Tengo ya mis 71 años
, diseñador gráfico, y unas de mis películas preferidas son: Beut travail y Before the rain. Saludos!
Maca!!! Vengo con mi recomendación de peli "Interestelar".
Voy a estar esperando esa lista de recomendaciones porque yo también arranqué hace muy poco a ver esas películas que "todos" ya vieron o son un clásico.