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Hola preciosa. Después de leerte sonreí pensando en vos.

Hoy, mientras caminaba por esta montaña sagrada, pensé en vos. Rodeada de un oasis de robles y cedros y piedras gigantescas en perfecto equilibrio que lo hacen pensar a uno en los dibujos animados, me di cuenta de algo. No eran los sonidos del agua ni de los animales. Era algo en mis pies. No le puse cuidado. En ese momento pensé que este año le habré dado 70 vueltas al sol. Que aunque ágil aún me puedo caer y romper. Pero note algo raro como si mis pies supieran algo. Los pájaros azules que acompañan los amaneceres con sus trinos me distrajeron un poco. Miré hacia abajo y pensé que estaba como complicada la bajada. Aveces sigo los senderos de los ciervos pero aquí tan arriba no vi huellas sólo rocas de granito y el cañón abajo en la distancia. Me detengo sin saber por donde bajar y es cuando mis pies vuelven a llamarme la atención .

Esta vez paro, respiro y observo y me vuelvo a acordar de vos. Mis pies conocen por donde debo bajar. Me doy cuenta en ese instante que mi cuerpo ya sabia por donde bajar … un conocimiento totalmente ajeno a las estrategias que empezaba discurrir mi mente. No pienso, solo sigo esos pies que me llevan. Sigo, me dejo llevar a un altillo inesperado y después me tengo que hincar frente a la presencia de una especie de sagrario donde crece un musgo verde brillante y húmedo en este desierto. Le escuché decir a una mujer indígena, Robin Wall Kimmerer, que el musgo es un organismo vegetal muy simple, se entrega, no retiene, no necesita mucho y vive cerquita de la madre. Así es como se convierte en la planta mas antigua de la tierra. Ha sobrevivido millones de años, las extinciones, el cada vez mas asfixiante calor del verano, los vientos pero ahí siguen. Y yo sigo y los pies me devuelven a nuevos senderos de conejos y jabalinas y serpientes que durante el invierno duermen en sus guaridas. Y así voy bajando, así de a poquitos aveces en dos y a veces en cuatro, al final erguida, sonrío al nuevo día y pienso en vos y tus sonrisas y me alegra saber que tengo estos pies que me dio mi madre y que ya puedo ir al lugar de la práctica a reunirme con las otras abuelas para recibir con cantos y ofrendas agradecidas las bendiciones del amanecer de un nuevo sol.

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Qué alegría leerte, Maca! Respondiendo a la invitación de compartir, te comparto que gracias al documental American Symphony (recomendadísimo) descubrí a Suleika Jaouad, lo cual me llevó a escuchar su conversación en el podcast de Rich Roll (episodio recomendadísimo), lo cual me llevó a su newsletter The Isolation Journals el cual me ha hecho sentir muchas cosas esta semana. Ojalá disfrutes ese descubrimiento si es que no lo conocías ya! Un abrazo :)

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