Llegar a la cabaña. No poder creer la vista que tenía. Sentirme la protagonista de alguno de los newsletters de Eva Morell. Agradecer el privilegio, una y otra vez. Tomar la decisión de que mi medida de tiempo del resto del viaje era la cantidad de atardeceres que me quedaban por mirar sin pestañear.
🍁
Coco al sol, entre las hojas.
🍁
Estar atenta a todo en modo asombro. Encontrar pistas, indicios y signos por todas partes.
🍁
De chica pasaba horas jugando Mi increíble cuerpo humano en la PC. Hoy vivo en esa sintonía: no sé cuántas veces Axel tuvo que escucharme decir “¿Podés creer que pasaron solo 5 meses? ¿De verdad estoy acá, caminando por el bosque? ¿Subiendo este sendero?”. No dejo de pensar en el regalo de mi brigada de arañas mentales que tejen redes neuronales como las Maman de Louise Bourgeois. Reparando lo roto, armando cosas aún más bellas si cabe.
🍁
Los colores. Los amarillos, los naranjas, los rojos, los morados, los azules, los verdes, los grises. Todos los colores al mismo tiempo. Pensar en que la naturaleza no se guarda nada, no dice: “No, mirá, tanto amarillo no porque es mucho”. Pensar en esa abundancia y en las veces que me guardo cosas porque me parecen un exceso.
🍁
Dibujar, leer, escribir, divagar, dormir, cocinar, degustar, hacer fotosíntesis como si fuésemos lo que somos, hijos de la tierra. Por unos días, crear más de lo que consumimos.
🍁
Pensar mucho en el tiempo. En que nada es permanente, todo es efímero. Que querer frenar algo solo lo mata. La vida es movimiento.
🍁
Subir al cerro Catedral entre unos copos tímidos y que al ratito se largue con fuerza la primer nevada de la temporada. Sentirme Lorelay Gilmore mientras todo se transformaba en una postal.
🍁
Después de saludar a Christian, el anfitrión más dulce del mundo, nos dimos cuenta de que habían intentado robarnos el auto de alquiler en el estacionamiento de Colonia Suiza. Me di cuenta después de intentar abrir el baúl con la llave, y por ese error, también dejó de funcionar para ponerlo en marcha. Axel salió para el aeropuerto en un Uber porque teníamos que despachar valijas. Yo me quedé a esperar que llegara Facundo, una persona del alquiler, con el duplicado. Pensaba, mientras algunas lágrimas tímidas se me escapaban por el cachete rojo por el viento: "¿Por qué otra vez algo malo me pasa a mí? ¿Por qué este viaje termina así?". Mientras imaginaba escenarios catastróficos —como perder el avión— cada tanto escuchaba un sonido que no entendía de dónde venía. Empecé a prestar atención: del manzano se desplomaban frutas que rodaban y se empujaban entre sí. Me parecía curioso que las manzanas que caían no parecían del todo maduras. En esa estaba cuando llegó Facundo y al verme me preguntó si podía manejar.
—Sí —le dije—, solo estoy un poco estresada, pero quedate tranquilo que manejo desde que le robaba las camionetas a mi papá a los 13 años.
Lo seguí por la ruta. A medida que pasaban los kilómetros y mis cuentas mentales me hacían darme cuenta de que no iba a perder el avión y que si un problema se soluciona con plata no es un problema tan grave, empecé a darme cuenta de que la pierna izquierda se sacudía como si fuese una hoja cuando tenía que apretar el embrague, que no sentía el dedo gordo de la mano y que la mitad de mi boca ya se había bajado del viaje hacía un rato.
Llegamos al aeropuerto. Axel estaba en la cola del counter. Empecé a llorar con fuerza, como si se hubiese abierto una compuerta. Pasamos a embarque, entré al baño. Traté de salir sonriendo, en modo acá no pasa nada, ya está, en un ratito nos subimos al avión. El aeropuerto estaba repleto. Yo no podía parar de llorar. Sentía la incomodidad de la pareja que estaba sentada al lado. También la de Axel, que no entendía muy bien qué me estaba pasando. A decir verdad, yo tampoco entendía de dónde salía tanto llanto si lo importante, llegar al aeropuerto, despachar la valija, embarcar, ya lo había logrado.
Le escribí a mi hermana contándole lo que había pasado, diciéndole que no entendía por qué no podía parar de llorar.
—Llorá lo que necesites. Cualquiera puede asustarse y tener miedo si intentan robarle. También tener miedo si no siente parte de su cuerpo.
A los 5 minutos, me calmé. Entendí que mi cuerpo ya no me permite sonreír cuando no me siento bien, a diferencia de los 30 años anteriores a la operación. Y que eso no es una debilidad. Es una señal.
🍁
Aterrizar y sentir la avalancha de cemento en el cuerpo. Empezar a buscar árboles con los ojos. Encontrarlos. Darme cuenta que algunos acá también ya están amarillos. Escribir esto en el grupo de WhatsApp que tengo conmigo misma y se llama, para sorpresa de nadie, Parsimonia:
Hoy lo leo y no sé si ser árbol en Bariloche es más fácil. Es cierto que los árboles barilochenses tienen más amigos árboles alrededor con quienes compartir las alegrías y las penas. Pero acá también hay árboles. Pasa que yo no les presto tanta atención como a los de allá.
Hasta la próxima
¡Hola! ¿Cómo estás? ¿Que tal todo?
Esta vez te aparezco de imprevisto solo una semana después de nuestro último encuentro. Es que llegamos anoche y quería escribir mientras todo se siente a flor de piel, un poco inspirada por Axel y el diario de viaje que escribió día a día. Agradezco mucho que lo haya hecho porque siento que nos da la posibilidad de revivir esta semana las veces que lo necesitemos.
Estoy feliz de estar de vuelta con Siesta, ver su alegría fue un broche de oro a estas vacaciones que tanta falta nos hacían.
Quiero comentarte algo que me viene dando vueltas por la cabeza estos días. Si me respondiste algún mail, quiero que sepas que muy probablemente lo leí y me sacó una sonrisa inmensa, pero me está costando ponerme al día. Sueno como una estrella de cine y me da gracia. En realidad, solo postergo las respuestas porque quiero dedicarles a estas hermosas muestras de amor el tiempo que se merecen.
Gracias por leerme, por regalarme tu tiempo, que sé que es escaso.
Gracias por dejarme compartirte lo mucho que siento todo, todo el tiempo.
Gracias,
Maca
Hermoso Maca, gracias por compartir lo genuino, lo humano! Yo tambien llore bastante esta semana, soy medica y tuve casos dificiles que a veces cuestan mas procesar.
Te dejó este poemon surrealista y hermoso de Girondo por si no lo conocias:
https://raicesalaire.com/oliverio-girondo/ se llama llorar a lagrima viva
Qué lindo lo de siesta. Eso me hizo llorar a mí. Extraño mucho a mi perrita y me hiciste acordar cómo me recibía después de un viaje. Hermoso su viaje, lo que escribís y Bariloche. ❣️